Cuando te enseñan a escribir una novela, un cuento, o cualquier otro tipo de historia, una de las lecciones más repetidas es que aquello que aparece en un texto y no contribuye a mejorarlo, lo debilita: puede ser una historia secundaria que no aporta nada alargando así innecesariamente la obra o incluso que distrae la atención del lector de la historia principal, etc. “Todo lo que no mejora un texto, lo debilita” Repiten constantemente los profesores de narrativa. Por eso cuando se diseña cualquier tipo de obra es clave preguntarse de qué queremos hablar, cuál es el contenido y la trama realmente importante; y desechar todo lo demás.

En un programa de divulgación científica como lo es “Órbita Laika: la nueva generación”, lo importante, el lugar donde se deben centrar todos los focos, es la ciencia. Para ello, al igual que en su predecesor, se trata el contenido científico durante todo el programa y se usan adecuadamente muchos recursos para que este contenido sea claro y pueda llegar al público general. Sin embargo, pese a todo este trabajo sobre el contenido científico, hay algo que le roba escena a la ciencia durante todo el programa: el invitado.

orbita laika new generation.png

Fotograma del programa “Órbita Laika: la nueva generación”. Fuente: @orbitalaika_tve

Al igual que ocurría en su predecesor, “Órbita Laika”, a cada programa acude una estrella invitada que durante todo el programa comparte escena con el presentador y el resto de colaboradores del programa. El problema está en que el invitado no es alguien que aparezca en el programa para contarnos algo sobre ciencia, sino que es alguien cuyo único objetivo en el programa es promocionar algo, ya sea una película que estrena, obra de teatro, libro, etc.

Así que el invitado no aporta nada al eje central del programa, el contenido científico, pero es que además le roba escena a la ciencia. Durante todo el programa tanto el presentador como los colaboradores tienen que hacerle partícipe de lo que está ocurriendo en el plató mientras que él invitado no puede aportar nada más que algún chascarrillo o momento cómico durante todo el programa. Tener que volver constantemente al invitado, para que no parezca que está en el programa de pegote, supone interrumpir constantemente la narración científica con la que queremos atraer a la gente; y todos los miembros del programa tienen que invertir muchos recursos en dirigirse al invitado y conectar con él, en vez de estar dedicando esos recursos a dirigirse y conectar con el público, que es el objetivo real del programa.

Entonces, si la presencia del invitado supone una limitación estructural, ¿para qué lo llevan al programa?

Supongo que la idea es porque sirven para atraer público y dar visibilidad al programa, lo cual supongo que cuando empezó “Órbita Laika” supongo que se vería como algo muy valioso ya que se estaba lanzando un programa nuevo e interesaba mucho alcanzar unas ciertas cuotas de pantalla. Ahora la situación es la misma porque el programa sigue necesitando sacar unos números o seguramente quitarán, lo cual es vergonzoso considerando que este tipo de programas aportan algo positivo a la sociedad y se emiten en una cadena pública (que en vez de llevarse como si fuera un negocio donde solo importa la audiencia se debería centrar en ofrecer programas que aporten valores positivos a la población).

Ángel martín. Rtve.jpg

El presentador de “Órbita Laika” Ángel Martín con su taza roja. Fuente: http://www.rtve.es/

Total, que en teoría los invitados sirven para atraer público y dar visibilidad al programa, pero eso a mí me parece bastante discutible. Aunque quizás pueden suponer un pequeño empujón, yo no creo que la gran mayoría de la gente vea entero un programa de divulgación científica un martes por la noche en un horario lamentable solo porque haya venido cierto famoso al programa. Yo creo que la gente que sigue programa, que ve un episodio tras otro y comparte el contenido por las redes sociales, lo hace porque le gusta la ciencia. Porque le atrae el contenido y le gusta cómo se lo están presentando, independientemente de los invitados cambiantes de un programa a otro.

Pero es que además, presuponer aunque sea de un modo pasivo que es necesario que acuda un famoso para que el público general vea un programa de divulgación científica, me parece que es tener muy poca confianza en la capacidad de los divulgadores para generar contenido que enganche a la ciencia. Y tener también es tener muy poca confianza en el público, como si el único modo de llegar al gran público fuera dándoles lo que siempre da audiencia: sensacionalismo, famosos, series simplistas o fútbol; y todo lo que no tenga alguno de esos elementos estuviera condenado al fracaso televisivo.

A la gente cuando les pones algo de calidad, responde. Quizás les cueste un poco y los números a corto plazo no sean los mejores, pero a largo plazo responde. Pero para que responda hay que crear programas de calidad.

Y no es que tanto el actual Órbita Laika como su predecesor no tengan calidad, que la tienen y mucha, sino que podrían todavía ser mucho mejores. Pero para que puedan mejorar hay que eliminar del texto todo lo que no lo mejore, y hay que darles un horario donde la gente pueda verlos. Y hasta que no se empiece a hacer eso se estará haciendo mucho daño a la divulgación científica porque crear programas sin realmente apostar por ellos no es potenciar la divulgación, es encorsetarla, limitarla y acabar convirtiéndola en un cliché destinado a minorías.

Pablo (@pjbarrecheguren)